Roma, ciudad en venta

Roma, ciudad en venta

La guerra contra Yugurta fue un punto que puso a prueba la República romana no solo en sentido militar, sino hasta en su misma ética básica. El soberbio príncipe númida había evitado ser destruido por las legiones tanto con su pericia dirigiendo ejércitos como con su habilidad para manipular a la nobleza romana hambrienta de poder y riqueza. El colmo de la corrupción llegó cuando reiniciaron las hostilidades en el 111 a.C. El cónsul a cargo de la guerra ese año, Lucio Calpurnio Bestia había sido encomendadas las legiones para aplastar al soberbio príncipe africano, pero para su sorpresa, este se rindió con suma facilidad. Aquí, los dotes diplomáticos de Yugurta entraron en juego y, luego de negociar con el cónsul, acordaron la paz luego de que Yugurta se comprometiera a dar un irrisorio tributo de animales de su reino a los romanos. A los romanos se les entregarían caballos, elefantes y ganado. En el acuerdo no había ni palabra del abundante oro de Yugurta, el cual seguramente fue a parar a bolsillos de Bestia. 

Los oficiales romanos fueron los principales beneficiados por los sobornos africanos

Esta no era la primera vez que Yugurta detenía los ejércitos de Roma a fuerza de dinero: durante el asedio a la ciudad de Cirta, el cuál concluyó con la matanza de todos los varones (incluidos los romanos) presentes en la urbe africana, varias comisiones senatoriales habían comparecido ante él para pedir explicaciones. Todas esas comisiones habían vuelto a Roma con excusas flacas y con grandes cantidades de oro a sus espaldas. Luego del soborno de Bestia, la indignación cundió en Roma. La agitación tuvo como epicentro al tribuno de la plebe Cayo Memmio, quien desacreditaba a los codiciosos nobles que permitían la impunidad de Yugurta. Memmio sostenía que, si Yugurta realmente se había rendido, entonces no tendría problemas en comparecer en Roma ante el pueblo. La presión popular torció el brazo del Senado y, finalmente, el príncipe númida viajó a Italia. Se dice que el pretor romano que fue a buscarlo le pidió "que no ponga más a prueba la clemencia del pueblo de Roma".

El oro, principal arma de la diplomacia de Yugurta

El objetivo de Memmio era doble: por un lado el escarmiento de Yugurta por sus crímenes y destapar el nombre de todos aquellos que había sobornado, seguramente todos patricios. Se preparó una gran sesión en la Asamblea popular, ya que en el Senado había abundancia de partidarios de Yugurta. El mismo númida se presentó con ropas humildes, muy lejos de la supuesta realeza que detentaba. Memmio comenzó con un agitador discurso donde recordó los crímenes y la actitud traicionera de Yugurta, así como exigirle que entregue a todos sus cómplices del lado romano. Pero cuando el africano finalmente iba a hablar, otro de los tribunos presentes, un hombre llamado Cayo Bebio, vetó la palabra de Yugurta y canceló la sesión. Esto despertó la indignación del pueblo romano, pero no había nada que pudieran hacer al respecto, el poder de veto de un tribuno era absoluto.

Yugurta partiendo impune de Roma

Pero Yugurta aún no había terminado con Roma y, enterándose que un nieto de Masinisa, llamado Masiva, se encontraba refugiado en la ciudad, empleó sus contactos y su dinero para contratar a un sicario y asesinar otro posible rival al trono. Habiendo sobornado a funcionarios públicos y cometido un asesinato en Roma con éxito, Yugurta tuvo que volver a Numidia por pedido del Senado. Sus palabras finales allí son una proverbial muestra de la situación:

Ya fuera de Roma se dice que volvió el rostro a ella muchas veces sin decir palabra, pero finalmente prorrumpió: ¡Oh ciudad venal, cuan poco durarías si encontraras comprador!


Como ya sabemos, la guerra reiniciaría al año siguiente y, finalmente, el mismo Yugurta caería a traición por las tramas urdidas por Mario y Sila en el 105 a.C. Un año después de ser apresado, Yugurta sería paseado en el desfile triunfal de Mario, luciendo cadenas doradas. Al final de esa procesión, sería ejecutado. Lo interesante de este conflicto es que no han llegado muchos detalles gracias a la obra del autor Gayo Salustio, quién quería denunciar la corrupción de las élites. En su época, vísperas de las guerras civiles en Roma, los sobornos y el cohecho eran moneda corriente, pero Salustio quiso rescatar que las generaciones anteriores también habían sufrido este endémico problema, y que Roma era una ciudad en venta desde hace mucho tiempo atrás.

Fuente:

Gayo Salustio Crispo, Guerra de Yugurta.

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