Breno versus Camilo
La lucha que supuestamente terminó con la expulsión de los galos de Roma, luego del saqueo, llevó a los dos grandes líderes de cada bando, el caudillo de los senones Breno contra Marco Furio Camilo, a pelear mano a mano. El historiador Plutarco nos narra los sucesos de la siguiente manera: |
<<En el
campo, Camilo reunía ya unos veinte mil hombres de tropas, y muchos más de los
aliados, con los que se disponía a dar combate. De este modo fue nombrado
dictador Camilo la segunda vez. [...] En la ciudad no era mejor la situación de los que sufrían el
cerco, porque también se les hacía sentir el hambre, y el no tener noticias de
Camilo los tenía desmayados [..]
Habiendo deliberado entre sí los Romanos asediados, convinieron que les pagarían mil libras de oro, y se retirarían de la ciudad y de todo el país. Confirmado este tratado con los recíprocos juramentos, y traído el oro, los Celtas comenzaron a engañar con ocasión del peso: primero, con algún disimulo; pero, después, ya abiertamente tirando e inclinando las balanzas, por lo que los Romanos se desazonaban con ellos; y el mismo Breno en aire de insulto y de burla, quitándose la espada y el cinturón, los puso también en la balanza. Preguntóle el tribuno qué era aquello, y la respuesta fue: “¿Qué otra cosa ha de ser sino ¡ay de los vencidos!?”[..]
Mientras de parte de unos y otros se altercaba de este modo, Camilo con su ejército estaba ante las puertas, y sabedor de lo ocurrido, mandando a los demás que le siguiesen formados y lentamente, penetró con los principales dentro de la ciudad y se dirigió donde estaban los Romanos. Todos se levantaron, y le recibieron como a emperador, con respeto y silencio, y él, quitando el oro de la balanza, y entregándolo a los lictores, dio orden a los Celtas de que, tomando las balanzas y pesas se retirasen, diciendo que los Romanos no acostumbraban a salvar la patria con oro, sino con acero. Incomodado Breno, y diciendo que era una injusticia faltar al convenio, le respondió que no había sido legítimo ni válido el tratado, porque, hallándose ya nombrado dictador, y no habiendo ninguno otro con legítimo mando, se había hecho con quien no tenía ninguna autoridad; por tanto, que entonces era el tiempo de decir lo que querían, porque como dueño de ello venía a usar de benignidad con los que le rogasen, o a tomar venganza, si no mudaban de propósito, con los que hubiesen dado motivo.
Fuente: Plutarco, Camilo, 26-29, en Vidas Paralelas, Tomo I.
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