El sitio de Sagunto
La ciudad hispánica de Arse fue un enclave muy particular dentro de la época celtica/tribal de la península Ibérica. Llamada Sagunto por los romanos, a diferencia de la dispersa formación de tribus y asentamientos dispersos que poblaban la región, esta ciudad era un auténtico centro urbano amurallado que mantenía un cercano contacto con los habitantes de los campos en torno a ella. Esos habitantes de las tribus de los túrdulos y turboletas habían trabado una especie de servidumbre con la ciudad, a cambio del acceso a la prosperidad comercial que hacía crecer a Sagunto. No conforme con esto, gracias a su comercio marítimo y el contacto con los pueblos del Mediterráneo, Sagunto mantenía muy buenas relaciones con uno de los principales poderes de ese ámbito: Roma. Esta relación provocaría su destino final
Cuando Aníbal se hace con el mando de las fuerzas cartaginesas en Hispania, comprende rápidamente que no puede dejar un enclave pro-romano en el corazón de los territorios bajo control de Cartago. Luego de someter a varios pueblos ibéricos que se rebelaron luego del asesinato de Asdrúbal en el 221 a.C., Aníbal comenzó a hostigar a los saguntinos. Empezó por dividir y empujar a las tribus iberas para luchar entre ellas. Luego, asoló los campos de la misma Arse y planto cara a un asedio de la ciudad. Las defensas de Sagunto demostraron ser formidables y el ejército de Aníbal atravesó muchas dificultades para lograr socavarlas. Según Tito Livio, se requirió el armado repetido de catapultas, arietes y ballestas de asedio para hacer mella a los muros de la ciudad. Incluso se habla de que levantó descomunales torres de madera móviles para acercarse a las murallas y proteger sus maquinas de asedio. Por ello el sitio se extendió por muchos meses. Por su parte, los saguntinos aprovecharon este tiempo mandando enviados a los romanos para solicitar auxilio. En el senado romano las opiniones estaban divididas entre los partidarios de una rápida acción de rescate anfibia y quiénes apoyaban una solución diplomática para evitar una guerra absoluta por todo el Mediterráneo. Al mandar enviados a Hispania, los romanos vieron sin asomo de duda las intenciones de Aníbal y de vuelta en Roma proclamaron que guerra era lo único que cabía esperar.
Mientras los romanos deliberaban entre ellos y con los cartaginenses, la ciudad de Sagunto se quebró. Los muros exteriores comenzaron a ceder, pero el ejército de Aníbal se encontró con una desagradable sorpresa: sus rivales habían levantado muros al interior de la ciudad. Se procedió a una cruenta batalla callejera y aquí es donde el relato romano nos habla del heroísmo de los saguntinos. Se cuenta que los jóvenes cargaban de forma suicida contra las líneas cartaginesas, buscando la muerte para evitar ser sometidos y esclavizados. Con ese mismo espíritu, familias enteras se refugiaban en sus hogares que luego prendían fuego. También se cuenta que al reunirse en asamblea para discutir su desesperada situación, los habitantes de Sagunto eligieron juntar todo el oro, plata y cualquier pertenencia valiosa para que sea consumida por las llamas y así los cartaginenses pudieran robárselas. Y claro que esta narración habla sobre como los norafricanos masacraron a hombres, mujeres y niños, y desnudaron a la ciudad entera de todo elemento de valor para enviarlo de vuelta a Cartago. Si bien esto es muy probable y es la forma en la que solían terminar los asedios prolongados, también es probable que exista cierta exageración en el relato para resaltar el valor y el sacrificio de los aliados de Roma, la crueldad despiadada de los cartaginenses y el error fatal de no haber ayudado a una ciudad amiga. Lo cierto es que la ciudad de Sagunto fue arrasada y sería reconstruida recién cuando Hispania estuviera en manos romanas. Podríamos pensar en el importante valor propagandístico de estos hechos, pero no podemos dudad de que la caída de Sagunto fue la chispa que encendió una de las guerras más importantes de toda la historia de Roma.
Fuente: Tito Livio, Ab Urbe Conditia, libro 21, 5 - 15
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