La flota romana

La flota romana


Una de las protagonistas de los últimos capítulos fue la naciente flota de la República Romana. Creada como respuesta al poderío marítimo cartaginés, el hecho de que los romanos la hayan utilizado para aventurarse en el Mediterráneo es una de las piezas claves que nos permite ver el paso de el pequeño dominio romano a un auténtico imperio. 

Construcción de un barco en un astillero

Hasta el siglo III a.C., cuando comenzaron los choques con Cartago, los romanos no habían necesitado una auténtica flota dado que toda su expansión había sido a lo largo de la península italiana. Pero el mar siempre tuvo una suma importancia para los romanos. Desde el tiempo de los reyes se aseguraron un buen puerto y durante las Guerras Latinas ya se encuentra mención de una reducida cantidad de naves utilizadas para la guerra (con escaso éxito). Hasta las Guerras Púnicas, todos los barcos de guerra romanos habían sido construidos por marineros de orígenes griegos o etruscos. Con la lucha de los cartaginenses, el gobierno romano se interesó por crear una industria naval propia, bajo el mando de los cónsules. A diferencia de lo que son las fuerzas armadas actualmente, la armada no se consideraba como una rama aparte del ejército si no como un apéndice de él. A diferencia de las legiones, se las consideraba como algo secundario y, luego de que Roma se convirtiera en la principal potencia del Mediterráneo y nadie pudiera desafiarla, las flotas romanas se vio reducida en números y dedicada exclusivamente a un papel de mero patrullaje del Mare Nostrum. 

Representación del quinquerreme romano con un corvus

Cerca de los inicios de la Primera Guerra Púnica, los romanos se apoderaron y copiaron de los cartagineses el modelo más típico de nave en el Mediterráneo en ese entonces: el quinquerreme. Popularizado durante las campañas de Alejandro Magno, este tipo de galera de guerra consistía en barco impulsado por cinco filas de remeros en cada flanco, además de una o dos velas cuadradas en la cubierta, y en la proa tenían un espolón acorazado utilizado para atacar. Los romanos también usaron los trirremes y cuatrirremes, que tenían tres y cuatro filas de remeros, como apoyo para realizar transportes y aprovisionamiento. Según algunos historiadores, los primeros barcos romanos eran mas pesados que sus contrapartes cartaginesas, que en cambio eran mas rápidas y maniobrables. Esto era de suma importancia, ya que en la antigüedad la forma de combate naval se basaba en maniobrar y embestir los costados de las naves enemigas para incapacitarlas. Para compensar sus dificultades, como se comentó en el episodio 20A, los romanos desarrollaron el corvus, que era una especie de puente levadizo que se podía enganchar con un colmillo de acero a la cubierta enemiga para abordar al enemigo.

La batalla de Milas, en el 260 a.C.

Los comienzos de las flotas de guerra romana fueron poco auspiciosos. En su primer encuentro con el enemigo, el cónsul Escipión Asina fue derrotado y capturado por los cartaginenses. Además, a lo largo de la guerra las flotas romanas sufrirían al menos dos grandes perdidas por tormentas que fácilmente podrían haberse evitado de tener algo mas de experiencia en los mares. Sin embargo, la actuacion en general durante esta guerra demostraría que los romanos aprendieron sus lecciones. Primero en la batalla de Milas lograrían compensar el traspié de Escipión Asina y sorprender a los cartaginenses con el corvus. En la batalla del cabo Ecnomo, en el 256 a.C., los romanos triunfarían en el que quizás fue el combate naval más grande de la historia, logrando ganarle a las hábiles maniobras de los cartaginenses. Luego de perder tres veces a su flota, en la batalla de las islas Egadas, el gran retorno de la armada romana en el 241 a.C. resultaría victorioso y pondría el sello final a este largo conflicto, asegurando el espacio marítimo romano y poniendo a las flotas romanas como las protagonistas del mar Mediterráneo. 

Restos de un espolón cartaginés encontrado en las islas Egadas

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