Protagonistas de la República: Publio Escipión "el Africano"

Publio Cornelio Escipión "el Africano"

Escipión el Africano es quizás uno de los más grandes símbolos de la grandeza y el triunfo de la Roma republicana. No solo acabó con uno de los enemigos más temidos de Roma, sino que su carrera fue aquella de un irreverente y audaz político, sin miedo ni miramientos para con el estricto modo de vida de sus contemporáneos. Luego obtener más y más triunfos junto a su hermano en Oriente, la suerte se volvería contra él y terminaría sus días al mejor estilo de un héroe trágico: triunfante pero abandonado por su patria.

El intrincado árbol genealógico de los Cornelios, una de las familias más importantes de Roma, y su rama de los Escipiones

Nacido en Roma, el 20 de junio del 236 a.C., como parte de la prestigiosa familia de los Cornelios, fue el primogénito de su padre, de quién heredó no solo el nombre. Al ser el primer hijo, se esperaba que ocupara el lugar de su progenitor tanto en el orden familiar como en el mundo político. Por ello fue criado para desempeñar el trabajo político y militar de un típico pater familias, o cabeza de la familia romano. Por ello acompañó a su padre durante las primeras campañas en su periodo como cónsul. Publio Escipión padre debía encarar una difícil tarea: avanzar sobre el advenedizo Aníbal Barca en Hispania para ponerlo en su lugar. La guerra se complicó cuando, mientras avanzaba con su ejército por la Galia, se enteró que Aníbal ya se encontraba camino a los Alpes italianos. Enviando a sus tropas a Hispania, volvió junto con su hijo y su alto comando al norte de Italia para preparar la defensa. En la batalla del río Tesino fue aplastado por los cartagineses. Publio Cornelio dirigía la caballería ligera, que se encontró de frente con la caballería de Aníbal. Cuenta la leyenda que Publio fue gravemente herido y tuvo que ser rescatado por un esclavo, aunque según Polibio la situación fue distinta: viendo a su padre caído, el joven Escipión de 18 años ordenó a su escuadrón de caballería cargar para salvarlo. Al ver que estos vacilaban, Escipión cargó por su cuenta, envalentonando a sus hombres y logrando rescatar a su padre. Este sería apenas el primer encuentro entre las fuerzas de Aníbal y su futuro vencedor.

El joven Escipión defendiendo a su padre en la batalla del río Tesino

Además de las batallas del Tesino y la posterior masacre en Trebia, el joven Publio Escipión también sobreviviría a la catastrófica batalla de Cannas. Luego de Cannas, Publio se enteró de que muchos de los sobrevivientes, entre ellos nobles, planeaban abandonar Roma para instalarse en una colonia en el extranjero. Ante tal cobardía, nos cuenta Tito Livio, Escipión interrumpió esta reunión, espada en mano, obligando a los posibles desertores a quedarse. Así, ya se notaba el carácter impetuoso con el que Publio comenzaría su carrera política. Pero los hechos se acelerarían con la muerte de su padre. Publio Cornelio padre, luego de que su consulado terminara, partió para Hispania para hacerse cargo de las fuerzas que había enviado allí, junto a su hermano Cneo. Juntos librarían una dura guerra repleta de reveses contra Asdrúbal, el hermano de Aníbal. Finalmente, en el 211 a.C., los hermanos Escipión caerían cerca del río Betis, a mano de los cartaginenses. Con la destrucción del ejército romano, Hispania parecía estar perdida. Esto fue hasta que el joven Escipión dio un paso al frente y ofreció encargarse de la guerra allí, ya que nadie quería tomar tan ardua tarea. Contra todos sus detractores, Escipión dirigió una osada campaña que, en poco tiempo, logró dar vuelta la desesperada situación hispánica. En episodios tales como la sorpresiva toma de Cartago Nova y la brillante victoria en Ilipa, los cartaginenses fueron desterrados de la región. A su vuelta en Roma, logró ser electo cónsul por unanimidad en el 205 a.C. y comenzó a ejecutar su plan maestro: invadir Cartago y derrotar a Aníbal de una vez por todas.

La Batalla de Zama (pintura de Cornelis Cort, mitad del siglo XVI)

Durante su campaña en Hispania, Escipión, junto a su segundo al mando, Cayao Lelio, habían trabado contacto con ciertos sectores de la nobleza númida. Por ello pudo contar con el apoyo de parte de este pueblo en sus grandes encuentros contra los cartaginenses, primero en la batalla de las Grandes Llanuras y en el encuentro final en Zama. No sin antes presentar respetos cara a cara con el gran comandante cartaginés, Escipión derrotó por completo a Aníbal, ganando así la guerra contra Cartago. En su vuelta a Roma, Escipión recibió un bien merecido triunfo y recibió su cognomen, un apodo ganado honorablemente: Africanus. Durante estos años alcanzó los más altos cargos en de la república, siendo primer senador (princeps Senatus) y censor, luego de lo cuál se retiró por algunos años de la política. Hacía finales de la década del 190 a.C. volvió a la actividad, encabezando delegaciones para garantizar la paz en Numidia y luego en Siria. En esta última embajada en la corte del rey Antíoco III, en la ciudad de Éfeso, pudo cruzar palabras una vez más con Aníbal Barca. El viejo cartaginés, ya lejos del poder, sostuvo una conversación con Escipión sobre quiénes eran los más grandes generales de la historia. Reacio como siempre, Aníbal admitió que aún así se ponía a si mismo por encima de él, pero que reconocía el merito del romano. Escipión demostraría una vez más sus dotes como general cuando en ese mismo año acompañara a su hermano en una campaña en Siria. Lucio Cornerlio Escipión, hermano del Africano, había recibido junto a Cayo Lelio, el mando de las legiones en la guerra siria y entre sus comandantes estaría su hermano mayor. Ambos hermanos aplastarían el ejército de Antíoco III y le impondrían una dura paz al monarca. El éxito fue tal que Lucio Cornelio también recibió un triunfo, junto al cognomen de Asiaticus. Pero la suerte de los Escipiones no duraría mucho más.

Escipión defendiendo públicamente a su hermano y a si mismo de las acusaciones

De vuelta en Roma, su hermano Lucio y el mismo Africano fueron acusados de aceptar dinero de Antíoco III para tener un trato mas leve luego de la guerra. Los tribunos acusadores, partidarios del senador Catón el Viejo, ordenaron que se aclararan las cuentas. Lucio aceptó redactar un detalle de sus finanzas, pero Publio, indignado por estas acusaciones, rompió los papeles frente al Senado y ambos hermanos fueron condenados a pagar una enorme multa. Poco después de la muerte de su hermano, Lucio terminaría preso pero sería liberado a la brevedad. El propio Africano estuvo cerca de ser apresado, pero sus amigos intervinieron una y otra vez en su favor en los repetidos juicios que jalonarían los últimos años de su vida. En uno de los últimos juicios, tan cansado de esta pantomimia, el Africano no se dignó a decir ni una palabra, lo que para algunos fue una admisión de su culpabilidad. Pese a contar con cierto apoyo popular, Publio se retiró de Roma para pasar sus años finales en una villa cerca de Capua. Hacía el 183 a.C., el mismo año en que Aníbal se quitaría la vida, moría Publio Cornelio Escipión Africanus. Su muerte esta rodeada de misterio, y no se sabe si fue causada por enfermedades contraídas durante la campaña siria o si quizás haya terminado su vida por sus propias manos. Según el escritor Valerio Máximo, su tumba llevaba la leyenda "Patria ingrata, no tendrás ni mis huesos". También se cuenta que en su testamento no deseaba recibir honores ni que lo trasladaran a Roma. Hasta el día de hoy se desconoce la veracidad de esto y aún no se ha encontrad la ubicación de su entierro.

Fuentes:

Tito Livio, Ab Urbe Conditia, libro 30.

Plutarco, Escipión.

Valerio Máximo, Factorum et dictorum Memorabilium, V, 3.

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