El Sitio de Numancia

El Sitio de Numancia


En los últimos capítulos del podcast hemos mencionado un destino donde actuaron tanto Escipión Emiliano, como los Gracos y hasta el mismísimo Mario: la ciudad hispánica de Numancia. Desde el fin de la Segunda Guerra Púnica, los romanos habían comenzado el lento y difícil proceso de someter la región. Las fieras tribus celtiberas de la región entorno al río Ebro habían sido las más aguerridas y, desde la llegada de las primeras legiones, fueron las que opusieron una mayor resistencia. Luego de una serie de guerras en las que Roma expandió su dominio más allá de el territorio que Aníbal y los cartaginenses habían sometido, las legiones se toparon con una ciudad que se convertiría en una espina en su costado por las próximas décadas. 

Posible vista de Numancia, el pueblo amurallado

Numancia era un pueblo que parecía estar habitado desde el segundo milenio a.C. por varias tribus hispánicas. En particular, los arévacos eran los más prominentes en la ciudad y en la región montañosa del centro de la península Ibérica. Cuando el poder de Roma comenzó a expandirse más allá de las zonas costeras del Mediterráneo, los numantinos no dudaron en apoyar a los pueblos que lucharon contra los italianos. El poblado celtíbero de Sekaida, en el 154 a.C., con ayuda de los arévacos, logró expulsar exitosamente a un completo ejército romano de 25 mil hombres. En la lucha, lograron matar a 4 mil romanos, pero después de estos primeros éxitos y de un cambio de cónsules, los romanos lograrían tomar Sekaida. El próximo paso lógico habría sido la toma de Numancia, que se encontraba en la parte más alta de la región. Pero esto demostró ser mucho más difícil de lo que parecía y los numantinos defendieron exitosamente su pueblo. Sin embargo, los romanos no se rindieron y durante la siguiente década hubo esporádicos intentos de aplastar a los arévacos y su ciudad.

El avance de los romanos en la península Ibérica en el siglo II a.C.

No fue hasta el 143 a.C. que el Senado romano dio la orden de acabar definitivamente con Numancia. La dificultad estribaba en las tácticas de guerrillas adoptadas por los celtíberos, encabezados al principio de la guerra por el mítico líder-guerrero Viriato. Al no poder luchar una batalla campal, los romanos no terminaba de aplastar toda la resistencia, más allá de ganar ciertas escaramuzas. En estos años, brilló la torpeza del liderazgo romano: ya sea por ambición de los cónsules o por el Senado con vendettas personales contra los oficiales, en ningún momento se concretó una tregua oficial en toda la década siguiente. En el 136 a.C., el cónsul Cayo Hostilio Mancino intentó dirigir un nuevo ataque contra los celtíberos, pero todo el ejército terminó atrapado por el enemigo y, de no haber sido por la intervención de Tiberio Graco en las negociaciones, sus 20 mil soldados habrían sido apresados.


Guerreros celtíberos del siglo II a.C.

Por unos once años este pueblo de algo de 1500 habitantes se mantuvo como un centro irreductible ante el poderoso yugo romano. Cansados de la resistencia hispánica, el Senado romano recurrió al destructor de Cartago para acabar con esta amenaza: Escipión Emiliano. En el 134 a.C., el nieto adoptivo de el Africano llegó a Hispania. El primer paso que tomó fue disciplinar a las desordenadas legiones. Cuando llegó, Escipión ya sabía que un asalto frontal a la ciudad sería fútil, tendría que estrangular Numancia. Así que su siguiente medida fue preparar un bloqueo completo, levantando un vallado y fortines alrededor de todo el perímetro. Esto evitaría que obtuvieran ayuda desde afuera y que nadie saliera para hacer ataques sorpresa. Por quince meses, el bloqueo de Escipión dio resultados y las fuerzas de los numantinos fueron menguando. Para colmo, no tuvieron suerte al intentar romper el bloqueo y pedir auxilio a otras tribus vecinas.

El cerco de Escipión Emiliano sobre Numancia: cada sección roja representa un campamento fortificado de los romanos

En este punto, el sitio de Numancia pasa al terreno de las leyendas. Durante sus días finales, la ciudad atravesó una situación miserable. La escasez y las enfermedades diezmaron a los numantinos y algunos testimonios (algo dudosos) llegan a hablar de casos de canibalismo. Los líderes de Numancia intentaron negociar por la libertad de sus compatriotas, pero la afrenta de la rebeldía numantina era demasiado para Roma y Escipión Emiliano no aceptaría menos que la rendición total. Ante tal panorama, se cuenta que los habitantes de Numancia se entregaron a un suicidio colectivo del que no escaparon ni mujeres ni niños. Si bien es poco probable que el pueblo entero haya tomado este camino, varios prefirieron una muerte en libertad que la deshonrosa derrota. En efecto, aquellos que se rindieron pasaron a la esclavitud. Tomando un poco de la leyenda cartaginesa, también se cuenta que los romanos incendiaron la ciudad y regaron sus campos con sal. Para Escipión, esta nueva victoria le ganó un triunfo y el cognomen de "Numantino". Sin embargo, para la historiografía hispánica, Numancia se convertiría en ese símbolo de resistencia inquebrantable hasta las últimas consecuencias.

Los momentos finales de Numancia (óleo sobre tela de Alejo Vera, 1881)

Fuente:

Apiano, De Bellum Numantinum 

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